Supongo que si les dicen a los chicos de Barrio Sésamo que escribir una canción en los ochenta, sobre algo tan aparentemente trivial como es la letra B, les iba a suponer una demanda por valor de varios millones de dólares se lo habrían pensado muy bien. E igualmente, quién les iba a decir que la demandante sería Northern Songs, la compañía que gestionaba el catálogo musical de los Beatles hasta 1995, aunque por aquel entonces ya no estaba en manos de los de Liverpool. La cara que se les debió quedar a la rana Gustavo, a la cerdita Peggy y a todo el barrio tuvo que ser de aúpa. Veamos la historia.
Todos conocemos Barrio Sésamo, Sesame Street, Plaza Sésamo o como queramos llamarlo. Un programa educativo destinado a los niños en el que se trataba que aprendiesen cosas de importancia de manera amena y divertida. Fue un producto tan positivo que se exportó a todo el mundo desde EEUU. Una de las formas que tenía de enseñar era a través de canciones que permitía que los niños asimilasen mejor los contenidos. Para ello, Children's Television Workshop, propietaria del producto, contaba con una serie de músicos como Christopher Cerf. Este compositor dotó de canciones a la serie y, entre ellas, realizó diversas parodias de éxitos como 1 To 5 que sin ser iguales a las originales recordaban su procedencia. Pero, a Cerf se le ocurre componer unos temas con, creo, bastante sabor a Beatles, Letra B y Hey Food. Y aquí aparecen los abogados de la empresa en cuestión tirándose al cuello de los pobres sesameros tal cual hienas del Serengueti, y exigiendo la nada despreciable cantidad de 5,5 millones de dólares de los años ochenta. También es verdad que el nombre del grupito de trapo llamó la atención por su similitud con Ese Grupo. Lo curioso es que esas canciones aparecían en un delicioso disco que recomiendo escuchar: Born To Add, The Great Rock & Roll From Sesame Street donde parodian a unos cuantos más, y esos no se sienten molestos (o no se enteran).
Afortunadamente para los de Barrio Sésamo, Northern Songs, se hallaba en un período de cambios en los ochenta. La empresa pasa por varias manos, hasta que es comprada por Michael Jackson, que andaba detrás de hacerse con semejante filón, y lo hizo en una jugada que también daría para otra entrada por lo curioso de la historia. El caso es que cuando la cosa estaba peliaguda intervino la superestrella y no se fue a mayores. Todo se resolvió antes de llegar a los tribunales y con una pequeña multa de 50 dólares. Supongo que a Michael también le gustaba Barrio Sésamo.
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