Los Beatles y yo. Música y de todo un poco.

martes, 26 de mayo de 2020

El tío Paul

Desde que tengo uso de razón los Beatles han estado en mi vida, qué le voy a hacer. Unos tienen
Sí, soy yo. Año 197?
problemas con el juego, otros con la bossanova y yo con estos cuatro melenudos. Y es verdad que hubo un día que yo también lo fui. No, no me refiero a que fui un Beatle (pero porque no quise) si no que fui melenudo (véase la foto anexada). Lo que quiero decir es que no puedo recordar cuándo entraron en mi vida, solo sé que me han ido acompañando desde siempre. Mi primer disco de "chico mayor" fue precisamente un lp de ellos (vuélvase a ver la foto anexada. No, la del melenudo no, la siguiente). Un regalo de esas cosas que afortunadamente muchos tenemos llamados hermanos. En fin, fíjate con qué disparate de disco me inicié; uno no sabe a qué quedarse, qué mezcla de canciones pero que indicaba la maravilla de grupo que eran. En fin, que con ese y algunos otros discos fui creciendo y admirando cada día más a los Beatles. Así fueron los setenta para mi.

Con la llegada de los años ochenta sufrimos algo que nunca entenderemos, el asesinato de Lennon. Pese a mi juventud en aquel momento, aquello supuso un vacío más importante del que yo mismo pude o quise darle en su momento, pero la vida sigue. Y los ochenta siguieron discurriendo. Para mi fueron igualmente de mucha música y muy variada pero en el fondo un peregrinar buscando algo que sabes que te falta. Y realmente sabes lo que es, sencillamente que hubo un momento irrepetible de la historia en que cuatro tipos reventaron la música y es algo que no volverá a producirse. Los Beatles no iban a volver. No volverían tamaña energía, creatividad, descaro, audacia... En estos años me iba dando cuenta de ello y lo que más me jodía es que al saber que no se repetiría me encabronaba con ello... y con ellos, porque no habría más de algo tan maravilloso. Y así fueron pasando esos ochenta con más de otras músicas y menos Beatles. Es verdad que hubo un momento, años 87-88, mi fin de semana perdido o mi año de mili, como queráis ver, en el que sonaron bastante. Me grabé el Abbey Road (propiedad de otra hermana) en una cinta y estuvo sonando mucho ese año. Pero me encabronaba escucharlos, y mira que me gustaban. Qué triste. Pero, pese a todo, ahí estaban. Bueno, ese año estaban ellos y la chica esa del Boys boys boys... (pero esa es otra historia). Tampoco recuerdo escucharlos mucho en la radio. Sonó algo George Harrison, es la verdad, pero lo recuerdo poco. Obviamente no teníamos el acceso a la música que tenemos hoy y un disco todavía valía una pasta. Vamos, que el sentimiento que uno tenía era de orfandad musical. Y repito que hubo mucha música pero nada que llenase ese vacío.  Cuando podía trataba de escuchar algo de lo que habían sacado en sus carreras en solitario, generalmente discos prestados; pero hay algo curioso, con todo, parecía que la culpa en parte de que yo hubiese perdido todo aquello era de Paul McCartney. Sí, podéis echaros las manos a la cabeza. Paul me había fallado. Y ¿porqué él? Primero, porque cuando todo se acabó siempre pensé que sería él el que vendría a arreglar aquel desaguisado. Ya lo había hecho antes tirando de los otros Beatles cuando la cosa se puso seria. ¿Cómo lo haría? Y yo qué sé. Era el Mozart del siglo XX, algo se le ocurriría. Qué iluso era ¿y John? Pues eso. Segundo, porque durante mucho tiempo se desligó en parte de lo que fueron los Beatles (aunque con el tiempo te das cuenta porqué). Y yo mientras pensaba: que fuiste un fucking Beatle! Tío, qué te pasa.

Y en ese valle de lágrimas estaba yo cuando el jodío se saca un disco de la manga que da un vuelco a su carrera (Elvis nunca te lo podremos pagar bastante) y realiza una gira que vuelve a poner a Macca en su sitio. Yo no pude verlo en su paso por España pero sí me hice con el disco de dicha gira en cuanto pude y eso que valía una pasta, era un triple álbum. Y ¿qué supuso? un revolcón de los buenos, como los que te daban aquellas primeras novietas de jovenzuelo. Volver a escuchar a un McCartney exultante, con casi cincuenta años, con su último disco y temas Beatles con el sonido de los noventa. La vuelta de una leyenda. Catártico. Todo eso me hizo volver a escuchar a los Beatles, pero ya nuevamente desde la admiración y el respeto que se merecían. Y todo por Paul McCartney. Qué tío, había vuelto a hacerlo.

Echando la vista a atrás te das cuenta, y hablo solo de Paul McCartney, que era como ese tío lejano que hay en muchas familias que estabas deseando que llegase algo que celebrar porque sabías que vendría, y traería regalos, y contaría historias, y te haría reír. El tío Paul, un gran tipo. Y muy pulcro.
Después ha seguido sacando más discos, con mayor o menor acierto, pero ha demostrado quién era. Aún sin necesitarlo. Y al igual que a ese miembro de la familia le perdonas ciertas cosas (esos errores musicales tipo Temporary secretary); hay otras que te duelen, como cuando le ves pasar por malos momentos personales (aunque eso debe pertenecer a su intimidad); y otras que no entiendes cómo ha podido hacer semejante cosa. Pero es tu tío Paul. Así por ejemplo me sentí cuando le vi interpretar Lady Madonna en el One World Together at Home. No me pareció bien y lo critiqué. Quizás es que él no tuvo a alguien que le dijese "así no, tío" o "vamos a hacerlo mejor" o "si tú crees que no debes hacerlo no lo hagas" o simplemente "no tienes nada que demostrar". Pero sabe que siempre se espera algo más de él. O a lo mejor solo esperaba comprensión para el viejo tío que lo ha dado todo. Porque nuestro querido tío Paul ya no es aquel jovenzuelo que las liaba pardas en Hamburgo. Ni es, aunque yo quiera verlo así, ese señor que llena estadios con su sola presencia y rocanrroleando con 77 años. Qué cabrón.

Aunque hago un alegato en favor de mi tío, debo decir, que yo siempre he dicho que soy beatlemano a morir. No soy especialmente de ninguno; ni de Ringo, ni de George, ni de John, ni de mi tío Paul (guiño). Solo hago un alegato en favor de un gran músico que ha dado mucho de sí mismo y sigue haciéndolo y, todo hay que decirlo, que toda la vida ha tenido que demostrar más que nadie, y al que la sombra de Lennon algunas veces parecía ocultar por ese endiosamiento que algunos han querido darle por el hecho de morir asesinado. Pero cómo habría sido todo sin Paul y John, sin McCartney-Lennon. Desgraciadamente a John nos lo arrebataron demasiado pronto y nunca sabremos hasta dónde habría llegado. Pero sí que sabemos hasta dónde lo ha hecho Sir Paul McCartney. Qué tío más grande.

'Where are we going, fellas?' And they'd go, 'To the top, Johnny!' And I'd say, 'Where's that fellas?' and they'd say, 'To the toppermost of the poppermost!' and I'd say, 'Right!'" (John Lennon)


martes, 19 de mayo de 2020

Un estado pandémico

Cuando se viven situaciones a las que uno no está habituado, momentos difíciles, extraños, de los que pueden echar por tierra el buen juicio o el poco seso que uno tiene, hay veces que aquello que puede parecer trivial es precisamente lo que viene a sentar de nuevo las bases del equilibrio interior de cada uno. No necesariamente quiere decir que ello sea la solución al problema, pero si representa una pequeña epifanía. Porque es verdad que estamos siempre tan ocupados en cosas tan "serias" que al final te encuentras que la vida va sucediendo mientras te empeñas en hacer otros planes (¿dónde habré oído yo esto antes?).

En fin, que hay veces que todo aquello que creemos tan seguro, tan inamovible, se va al garete. Aparecen monstruos, minúsculos, pero monstruos al fin y al cabo, que te dicen que pueden contigo, con tu vida y con todo si ellos quieren. Pero tú vas y no te dejas; y les dices que no podrán contigo; y que, además, tienes miles de amigos que van a la par que tú y no te hacen sentir solo. Mientras tanto te pones a cubierto, te alejas de todo y tu existencia se reduce a unos pocos metros cuadrados alrededor. Así que la vida se constriñe, te oprime. Pero no llega la sangre al río. No, porque siempre hay algo que vuelve a ensanchar tus pulmones ¿Qué lo hace?

Pues que pese a tu enclaustramiento tratas de seguir con tus obligaciones, porque hay que comer, y comer todos los días. Te pones a ello tal y como llevas haciendo desde hace varias semanas. Y, aquí viene lo bueno. Desde el principio, casi todos los días, al empezar la jornada se oye el canto de un pájaro a través de la ventana. Es lo que tiene vivir frente a un parque. Pero ¿qué pájaro es? Pues un mirlo. E inequívocamente en mi cabeza suena una canción al tiempo que el mirlo de mi parque canta. Y ahí se ensanchan mis pulmones y todo se ve mejor.
"You were only waiting for this moment to arise. Blackbird fly."


El vídeo muestra la grabación a dúo entre un señor de Liverpool y un mirlo de Toledo. Aunque el mirlo es un poco rockstar y canta cuando le da la gana. Teniendo en cuenta que no se ha llevado ni un poco de alpiste tampoco va a firmar un recital. Es lo que hay, amigos.