Los Beatles y yo. Música y de todo un poco.

domingo, 7 de octubre de 2018

Tubular Bells

Con este disco pasa algo muy curioso. O te gusta o lo odias. No hay término medio. Cuando ha salido a colación Tubular Bells en alguna conversación la cosa ha sido categórica, la aceptación o el rechazo tajante. A mi particularmente es un disco que no solo me gusta, me impresiona. Y eso que está totalmente asociado a la película El Exorcista, lo cual no me provoca una emoción digamos positiva. Más bien canguelo, pero esa es otra historia.

Este lp es de esos que un día aparecen en casa, y hoy está en manos de mi hermano Javier, especialmente devoto de "Miguel Campoviejo", como él lo llama. Y también en esta familia provoca sentimientos encontrados.

En cualquier caso a esta magna obra, guste o no, hay que reconocerle su gran valor. Arrancamos diciendo que su autor comenzó a componerla con tan solo diecisiete añitos y que cuando la grabó, corría el año 1973, tenía veinte. Todo un pipiolo. Nuestro amigo toca gran parte de los instrumentos, y son unos cuantos los que aparecen a lo largo del disco, lo que demuestra una gran pericia. Además, los medios de grabación a principios de los setenta eran los que eran y engranar tal número de instrumentos no fue tarea fácil. El resultado es una composición compleja desarrollada por un Oldfield a modo de director de orquesta, en la que va desgranando distintas piezas, de diferentes texturas, unidas y con un resultado francamente apabullante. Y con todo al autor no terminó de gustarle el resultado final.

Aunque ya hemos dicho que casi todo en este disco lo hace Mike Oldfield, podemos escuchar durante una de sus partes (de las más conocidas) a un maestro de ceremonias que va indicando la entrada de los diferentes instrumentos. El señor en cuestión no es otro que Vivian Stanshall, fundador y cantante de la Bonzo Dog Band, grupo inclasificable, con conexiones Beatles, como su aparición en Magical Mystery Tour. Y otro de los miembros de esta banda, Neil Innes, formó otro grupo, parodia de los Beatles, llamado The Ruttles.

El producto supuso muchas cosas. Entre ellas un gran y doble éxito. Lógicamente, y primero, para su creador Mike Oldfield. Segundo, para la única persona que confió en este proyecto; Richard Branson y su recién creada discográfica Virgin, que apareció en el mercado a lo grande gracias a estas campanas tubulares. Por otro lado, muchos encuadran este disco en el rock sinfónico o progresivo, aunque yo considero que va más allá y pone las bases de lo que mas tarde se ha dado en llamar new age, aunque tampoco sea tal. La verdad es que es un disco distinto y único.

Dicen que segundas partes nunca fueron buenas, y supongo que será igual para las terceras. La segunda parte, aparecida en 1992, tiene algunos pasajes interesantes pero no me despierta lo que sí consiguió la primera. Y en cuanto a la tercera, del 98, me pareció como estirar un chicle algo más que mascado, aunque sí obtuvo bastante éxito.

Y qué decir de su icónica portada, creación de Trevor Key. Esa campana tubular retorcida, ingrávida, sobre unas olas rompiendo en la playa. Una foto un poco inquietante. Casi como el famoso monolito de 2001, Una Odisea Del Espacio, que parece que llama a introducirse en lo que esconde el disco.

Para finalizar, un recuerdo. Durante un tiempo a finales de los setenta pudimos ver en RTVE un programa deportivo dedicado a los jóvenes y dirigido por Daniel Vindel llamado Torneo. En su cabecera podíamos escuchar como sintonía una versión de una de las partes más conocidas de este disco interpretada por Percy Faith & His Orchestra y que apareció en su disco Chinatown de 1974. Así que la musiquita en cuestión me acompaña desde hace mucho tiempo.

sábado, 1 de septiembre de 2018

Barrio Sésamo y... Beatles?

Supongo que si les dicen a los chicos de Barrio Sésamo que escribir una canción en los ochenta, sobre algo tan aparentemente trivial como es la letra B, les iba a suponer una demanda por valor de varios millones de dólares se lo habrían pensado muy bien. E igualmente, quién les iba a decir que la demandante sería Northern Songs, la compañía que gestionaba el catálogo musical de los Beatles hasta 1995, aunque por aquel entonces ya no estaba en manos de los de Liverpool. La cara que se les debió quedar a la rana Gustavo, a la cerdita Peggy y a todo el barrio tuvo que ser de aúpa. Veamos la historia.

Todos conocemos Barrio Sésamo, Sesame Street, Plaza Sésamo o como queramos llamarlo. Un programa educativo destinado a los niños en el que se trataba que aprendiesen cosas de importancia de manera amena y divertida. Fue un producto tan positivo que se exportó a todo el mundo desde EEUU. Una de las formas que tenía de enseñar era a través de canciones que permitía que los niños asimilasen mejor los contenidos. Para ello, Children's Television Workshop, propietaria del producto, contaba con una serie de músicos como Christopher Cerf. Este compositor dotó de canciones a la serie y, entre ellas, realizó diversas parodias de éxitos como 1 To 5 que sin ser iguales a las originales recordaban su procedencia. Pero, a Cerf se le ocurre componer unos temas con, creo, bastante sabor a Beatles, Letra B y Hey Food. Y aquí aparecen los abogados de la empresa en cuestión tirándose al cuello de los pobres sesameros tal cual hienas del Serengueti, y exigiendo la nada despreciable cantidad de 5,5 millones de dólares de los años ochenta. También es verdad que el nombre del grupito de trapo llamó la atención por su similitud con Ese Grupo. Lo curioso es que esas canciones aparecían en un delicioso disco que recomiendo escuchar: Born To Add, The Great Rock & Roll From Sesame Street donde parodian a unos cuantos más, y esos no se sienten molestos (o no se enteran).

Afortunadamente para los de Barrio Sésamo, Northern Songs, se hallaba en un período de cambios en los ochenta. La empresa pasa por varias manos, hasta que es comprada por Michael Jackson, que andaba detrás de hacerse con semejante filón, y lo hizo en una jugada que también daría para otra entrada por lo curioso de la historia. El caso es que cuando la cosa estaba peliaguda intervino la superestrella y no se fue a mayores. Todo se resolvió antes de llegar a los tribunales y con una pequeña  multa de 50 dólares. Supongo que a Michael también le gustaba Barrio Sésamo.